22 DE JULIO DÍA DEL TRABAJO DOMÉSTICO NO REMUNERADO

Trabajo doméstico no remunerado
Fecha:22/07/2021Por:Analía Morra

En el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe del año 1983 se declaró el 22 de julio como el día internacional del “trabajo doméstico”, en reconocimiento a las mujeres que asumen las tareas de cuidados y del hogar que no están remuneradas. Y es importante mencionar que nos referimos a tareas que no están remuneradas porque, en nuestro sistema productivo, si las actividades no se intercambian con un pago no son consideradas “trabajo”, por lo que no suelen medirse, y por lo tanto a lo largo de la historia no han formado parte de las estadísticas ni de las políticas económicas. En nuestras matrices de aprendizaje una de las cuestiones más consolidadas es esta cuestión de que las tareas del hogar y de cuidados se realizan “por amor” y que por ese motivo no requieren ninguna contraprestación económica.

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Esta trampa del amor que se repite en muchas otras dimensiones de la vida, es la que confina a las mujeres a ubicarse en el hogar como su lugar natural, y a las tareas domésticas como su rol fundamental. Esto es funcional al sistema productivo capitalista, que permite la reproducción de la fuerza de trabajo cuando regresa al hogar para descansar y servirse del trabajo de las mujeres. Es por eso que asumir las tareas de cuidado es algo de lo que no hemos podido escapar fácilmente. Aún en aquellos momentos de la historia en donde las mujeres hemos conseguido la emancipación económica y la autonomía para acceder al mercado laboral y administrar nuestros propios ingresos, no hemos podido liberarnos de la carga de las tareas domésticas y de cuidado, debiendo asumir lo que en la economía feminista se conoce como una “doble jornada laboral”. Según la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo (INDEC, 2013) las mujeres realizan el 76% de las tareas domésticas no remuneradas. Incluso las mujeres dedican más horas al trabajo doméstico cuando trabajan fuera del hogar y de manera paga que un varón que se encuentra desempleado (5,9 horas y 3,2 horas respectivamente).

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Esta carga laboral no remunerada dentro del hogar lleva consigo un beneficio muy concreto para el sistema productivo y una desventaja muy profunda para la vida de las mujeres. El funcionamiento de nuestro sistema económico capitalista se ve favorecido al no tener que asumir el costo de tareas como el cuidado de las niñeces y de adultos mayores, la limpieza del hogar y de la ropa de sus miembros, la gestión y preparación de los alimentos....

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Todas tareas gratuitas a las cuales incluso pareciera difícil ponerle un precio. Pero no lo es tanto cuando estas tareas decidimos tercerizarlas. En el momento de contratar una persona (que también suele ser mujer) por fuera del hogar para que asuma estas tareas, el precio está claro, es un precio de mercado, y se puede medir perfectamente, dejando en evidencia que en cuestiones de tareas domésticas, como decíamos anteriormente, el amor entonces es una verdadera trampa. Y lo es también porque, en consecuencia, contribuye a profundizar las desigualdades de género que son históricas y que son muchas. Si las mujeres somos quienes más asumimos las tareas del hogar y del cuidado de personas de manera gratuita, nuestro tiempo se vuelve más improductivo, el tiempo disponible será mucho menos que el de los varones, y en consecuencia también el que podemos dedicar al desarrollo personal, profesional o económico.

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Hoy somos parte de un feminismo que está poniendo en discusión todas estas cuestiones, tanto a nivel de debate social como en la agenda política. Hoy incluso contamos en Argentina con mujeres gobernando que están representando los intereses de todas aquellas mujeres que sufrimos de una doble o triple jornada laboral entre trabajos productivos y reproductivos, que sufrimos las inequidades de la distribución de los cuidados y las tareas del hogar, quienes debido a las horas que dedicamos en las tareas domésticas y de cuidados sufrimos del techo de cristal, del piso pegajoso, de las paredes de cristal y de la brecha salarial, entre otras desigualdades que gracias al compromiso y el trabajo de organizaciones feministas, desde hace algunos años sí se pueden medir. Por eso necesitamos aún más mujeres gobernando, disputando nuestros espacios en la política, poniendo en agenda nuestros intereses, trabajando en la transformación de nuestra realidad para que podamos vivir en una sociedad más justa e igualitaria.

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