"Boliviana de mierda, ¿No mirás cuando caminás?" “Estos bolivianos son los que nos vienen a quitar trabajo. Igual que los paraguayos y los peruanos”. "¡Otra vez estos bolivianos haciendo quilombo!". Frases como estas se escucharon a manera de catarata xenófoba ese caluroso 10 de enero de 2001 en la estación de Avellaneda, lugar donde ocurrió el crimen de Marcelina Meneses y su hijo Joshua.
Marcelina tenía 31 años y hacía 5 que estaba en Argentina. Trabajaba como repositora en un supermercado. Era mamá de Jimena, Jonathan David y Joshua de 10 meses, a quien llevaba en brazos esa mañana.
Marcelina subió al tren cargada con bolsas y al rozar a un hombre, éste la insultó, desatando una cantidad de insultos xenófobos por parte del resto de les pasajeres. Minutos después, Marcelina y su bebé fueron empujados del tren y asesinades.
Cada 10 de enero se conmemora en Argentina el Día de Las Mujeres Migrantes, con motivo de este crimen. La ley N° 4409/12 fue sancionada por la Legislatura porteña en 2012.
Estos tiempos de crisis, de retrocesos y sensaciones de desazón e incertidumbre, son el principal caldo de cultivo para que afloren y circulen con cierta legitimidad política y social discursos antiderechos, de odio y de discriminación.
Medios de comunicación, fuerzas de seguridad, funcionaries que tienen responsabilidad pública y en todos los niveles estatales, propagan y fomentan la xenofobia todos los días, en todo momento, una y otra vez, calando hondo en sentidos sociales. Esos imaginarios se reproducen, generando o acelerando odios y discursos discriminatorios que se toman como “verdades” absolutas y que pueden tener sus correlatos en, por ejemplo, crímenes como el de Marcelina.
Después de más de dos décadas, el asesinato de ella y su bebé sigue impune.
Hoy levantamos un grito de bronca por Marcelina y por cada mujer y hermana migrante asesinada, torturada, discriminada, insultada, menospreciada.
La xenofobia mata.