NOS MATAN A LAS PIBAS EN LA CARA DE LA GENTE

Femicidios
Fecha:07/08/2020Por:Lara Andrés

Justicia por Julieta. Justicia por Liliana. Justicia por Gisela. Justicia Tatiana. Justicia por Micaela. Y así podríamos seguir muchos párrafos más enunciando nombres y exigiendo justicia por todas las pibas asesinadas por la violencia machista, violencia que cada 29 horas -según nuestro registro hasta la fecha- se cobra la vida de una de nosotras.

En muchos casos, las mujeres víctimas de femicidio son pibas jóvenes, muchas eran militantes que luchaban día a día por la transformación social, pibas jóvenes de la marea verde, esa marea que viene como una oleada a llevarse puesto todo el patriarcado. Es en este escenario de empuje, lucha y militancia, que cada número que registramos duele. Duele porque leemos sobre ellas, escuchamos sobre sus vidas, conocemos familiares y vemos que nos faltan en cada marcha, en cada asamblea, en cada colegio, en cada barrio. Vemos el rostro en cada número y eso duele.

Micaela García tenía 21 años y militaba en el Movimiento Evita. Conocía sobre las desigualdades sociales, conocía sobre la violencia de género. Estuvo desaparecida una semana hasta que la encontraron asesinada en un descampado. Micaela se convirtió en emblema y bandera porque cuando la conocimos a través de esa imagen icónica con el puño en alto y su remera con el Ni una menos nos estrujó el pecho y dolió perderla, dolió contarla dentro de nuestras cifras. Pero fue tan fuerte su legado, fue tanta la bronca que la convertimos en empuje de cambio, Micaela se convirtió en Ley para que los tres poderes del Estado estén capacitados en perspectiva de género. El dolor y la bronca se convirtieron en motor para transformar.

Después de ella, lamentablemente, conocimos muchas más y los titulares nos dicen: “La acompañaba a las marchas de Ni una menos y la mató”,**“Apoyaba la causa Ni una menos e igual la mató” “Hombre que acudía a marchas de Ni una menos mató a su esposa”*, como si quisieran decirnos que las matan por militar, se puede leer un hilo de castigo y culpa entre líneas. Dormimos con el enemigo y ese es parte del problema. Nos matan quienes dicen querernos, porque de cada 10 femicidios 8 son causados por parte de novios, parejas, exparejas u hombres de nuestro círculo íntimo: padres, tíos, primos, amigos. Los números en cada registro también vinieron a ponerle nombre al peligro para las mujeres, no es el callejón oscuro, no es la noche ni la fiesta, el peligro muchas veces está en nuestros hogares.

“Señor, señora no sea indiferente; nos matan a las pibas en la cara de la gente”, es uno de los cantitos que más gritamos y esto es porque viene a gritarle a toda la sociedad en su conjunto compromiso para ayudar y proteger a todas las mujeres que sufren violencia de género, grita que no sean indiferentes frente a las injusticas ajenas. La deuda es con las pibas y el compromiso debe ser generalizado.

Tenemos y debemos trabajar en la concientización de que cada número es una vida, que cada registro que presentamos desde este Observatorio son cifras que representan historias que ya no están por causa de la violencia machista. No son casos particulares, no son casos aislados, son parte de una trama desigual que permite y reproduce las condiciones de posibilidad para que una mujer sea asesinada en manos de un hombre, todos los días.

Por supuesto que tenemos que reclamarle al Estado políticas eficientes, claro que debemos exigirle al poder judicial y a las fuerzas de seguridad medidas efectivas que protejan nuestras vidas. También debemos reveer como sociedad nuestra participación en la transformación cultural. “No sea indiferente” no es más que un grito que pide y exige la participación de todes para tejer nuevas redes de contención, que esa trama de desigualdad entre los géneros se vea quebrada por la construcción de nuevas redes solidarias. Redes amorosas que contribuyan a contener, escuchar y ayudar a las víctimas de la violencia machista. Redes para que ni una más crea que está sola. Redes que sostengan y unan. Redes que demuestren la fuerza de nuestros hilos para construir una vida libre de violencias. Porque la violencia de género es histórica, pero la fuerza con la que luchamos, la fuerza de lo colectivo también hace historia.

(*) Lara Andrés - Integrante del equipo de registro y comunicación del Observatorio de las violencias de género Ahora que sí nos ven.