El 14 de febrero de 1988, Carlos Monzón, campeón mundial de boxeo, asesinó a su pareja Alicia Muñiz. Este femicidio marcó una época exponiendo la violencia de género en un momento en que las mujeres éramos representadas en los medios como "bombas sexuales", al extremo de la cosificación. Pero, además, puso en tensión la imagen y representación del héroe nacional devenido en asesino. La resistencia que había para creer que Monzón la había matado llevó a que periodistas y la sociedad en general justificaran su violencia por su profesión, lo vivido en la infancia o la "provocación" de la víctima. Aún hoy, 33 años después del asesinato de Alicia, los varones con carreras deportivas y artísticas exitosas que violentan mujeres son justificados, sus acciones son minimizadas y la palabra de sus víctimas es desprestigiada e ignorada. El ídolo popular también puede ser un femicida.
A raíz de este femicidio el 15 de julio de 1988 se crea la primera Comisaría de la Mujer, para abordar casos de violencia de género. Hoy vemos que estas oficinas siguen siendo una solución deficiente: no nos toman las denuncias, no nos creen y encubren a nuestros agresores, más si pertenecen a alguna de las fuerzas.
Alicia obtuvo justicia. En julio de 1989 Monzón fue condenado a 11 años de prisión por el asesinato. Claro que en ese entonces no existía la figura de homicidio agravado por el vínculo y por mediar violencia de género que le hubiera otorgado una prisión perpetua. Este último fue un avance en materia de género a nivel legal, sin embargo, seguimos observando que el Poder Judicial continúa en deuda con nosotrxs. En 2021 de 38 víctimas de femicidio 5 habían realizado al menos una denuncia y sólo 3 tenían una medida de protección. Como pasó con Úrsula, ni la Justicia ni las fuerzas de seguridad vigilaron que el agresor no las asesinara.
Si bien en estos años se refleja un cambio social y cultural respecto a la violencia machista, todavía falta. Mientras no exista el compromiso de la sociedad en su conjunto y de todos los actores del Estado, en especial la Justicia y las fuerzas de seguridad, será difícil erradicar las violencias. En este camino de construcción de una vida libre de violencia y más igualitaria es fundamental una transformación estructural. Escuchamos y vimos mucha indignación de parte de los varones, sería realmente revolucionario y vital que utilicen esa bronca para transformar sus prácticas masculinas, incluyendo romper con complicidades machistas y cuestionarse sus privilegios. Al mismo tiempo, necesitamos una reforma judicial y de seguridad que adopte transversalmente una mirada feminista de género, de lo contrario seguiremos llorando Alicias y Úrsulas.
Nuestras muertes no pueden ser casos "bisagra" o "paradigmáticos" que luego de un tiempo se conviertan en ejemplos de malas acciones del Estado, sino que deben llevarnos a la reflexión y a la inmediata acción. El momento de saldar sus deudas con nosotrxs es ahora para que realmente no haya Ni Una Menos.
Laura Oszust- Comunicadora feminista. Integrante del Observatorio Ahora que sí nos ven